«Toda actividad humana está impulsada por el deseo. Algunos moralistas sinceros sostienen una teoría totalmente falaz según la cual es posible resistirse al deseo en interés del deber y de los principios morales. Digo que esto es falaz, no porque ningún hombre actúe jamás por sentido del deber, sino porque el deber no tiene ningún asidero en él a menos que desee ser obediente. Si quieres saber lo que harán los hombres, debes conocer no sólo, o principalmente, sus circunstancias materiales, sino todo el sistema de sus deseos con sus fuerzas relativas».
Bertrand Russell aceptando su premio Nobel en 1950